jueves, 28 de marzo de 2013












Almudena Martínez

Sentir miedo es algo natural. Todos sentimos miedo en algún momento de nuestra vida por diversos motivos. ¿Quién no ha sentido miedo al ver una película? Conocer los entresijos de un rodaje y cómo se realizan los efectos especiales, con frecuencia es una buena tabla a la que agarrarse para no pasar miedo en esas escenas que te aceleran el corazón, te ponen la piel de gallina y te hacen oír ruidos en el silencio de la noche o ver sombras donde apenas hay luz.

La música, la iluminación y el tipo de plano son aspectos muy importantes a la hora de preparar al público para una escena de tensión. Bajando el volumen de la música, la intensidad de la luz y recortando el plano, conseguimos que el espectador se concentre más en lo que está viendo y escuchando, y esto a su vez le proporciona cierta tensión en los músculos. Constituimos así el primer paso para “crear miedo”. Otro aspecto fundamental,
es el contexto. No podemos controlar la estancia donde se va a visualizar nuestra película de modo que tendremos que asegurarnos una buena trama. Si a todo esto le añadimos un buen reparto de actores, conseguiremos el cóctel perfecto.
 
Este último aspecto, a veces es el más complicado de conseguir. Dónde encontrar un buen actor o qué requisitos debe tener, es un tema que daría para muchas páginas. Sin embargo, me parece interesante explorar el punto de vista del actor.  
¿Cómo consigue obtener el punto exacto de miedo durante un rodaje en el que, probablemente haya mucha luz, muchas personas mirando, nada de música para ambientar y, con total seguridad, muchas tomas iguales o desde distintos ángulos?
En primer lugar, el actor debe prepararse a conciencia, debe conocer bien la historia y haber trabajado su personaje de modo lineal para entender, en cada momento del rodaje, cómo se encuentra este. Hay muchos tipos de actores dependiendo de los recursos que utilizan en su trabajo personal.
La opción menos deseada por los profesionales pero que es, generalmente el primer paso de todo aficio-nado, es la técnica. Esta ayuda a trabajar el cuerpo y las sensaciones pero deriva en lo que se entiende como “representar sin sentir realmente lo que se representa”. Es una invención de sentimientos ajenos.
Por otro lado, están los actores del “método” (Stanislavski), que se basan en la “memoria emotiva”. Si no han vivido una experiencia exacta, utilizan el recuerdo de experiencias personales similares. El público no puede meterse en la cabeza del actor por lo que no sabe en qué está pensando este mientras realiza el trabajo. Lo fundamental aquí es la verdad, la honestidad del actor, que busca en su interior ese miedo para transmitirlo al público.
 
En una línea muy parecida, se trabaja en el Actor’s Studio de Nueva York.
Preguntando a varios actores qué piensan y sienten cuando trabajan el miedo, encontramos respuestas tan curiosas como:
“Dolor. La tensión que hay que recrear es tan grande que tengo todo el cuerpo lleno de contracturas.” Eloísa Azorín.
Yo recurro al miedo más cercano, el miedo escénico. Es el que mejor conozco a pesar de todos los años que llevo dedicándome a esto.” César Oliva.
A mí me cuesta mucho trabajo revivir mis propias experiencias, sin embargo hay algo que no puedo olvidar nunca, los síntomas: rigidez muscular, ojos abiertos, tensión en la mandíbula, aguantar la respiración, sudor frío, se agudiza el oído y poco a poco, mi cuerpo se va encogiendo sobre sí mismo a la espera de salir corriendo en cualquier momento…” Almudena Martínez.

En conclusión, aunque el cine sea ficción el miedo que sienten los actores es real para ellos y por eso nosotros, como espectadores, también lo sentimos real.Hemos sido educados a la huída, en la mayoría de las ocasiones cuando algo nos incómoda, nos desnuda, salimos corriendo.

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