Juan Antonio Cerezuela
Existen, al menos, tres puntos de vista desde los
cuales analizar tanto los cambios que el vídeo ha introducido desde sus inicios
como las posibilidades que tiene para hacer reflexionar o modificar nuestra
conciencia colectiva y aportar nuevas significaciones y visiones – analíticas,
activas o reactivas – a nuestra realidad.
El primer punto de vista es el histórico, referente al nacimiento del vídeo como tecnología. En
1965 aparece el famoso Sony portapack: pequeño, fácil de usar y relativamente
económico. Pese a que el vídeo surgiese inicialmente como sistema de
comunicación audiovisual idóneo para ser difundido por televisión, lo cierto es
que éste también hizo méritos para convertirse en un medio “ajeno a cualquier tipo
de TV”[1], manifestando desde un
principio su necesidad de independizarse de la TV como institución. El vídeo
enseguida “sintonizaría” con los
movimientos sociales críticos y con la oposición a las grandes producciones
audiovisuales. Surgió así un activismo informativo radical que engloba todo un
conjunto de colectivos y grupos de acción, como Ant Farm y Videofreex, o grupos
de vídeo comunitario como Raindance, TVTV (EEUU); Vidèo Out y Vidèo 00
(Francia); o Video Nou (grupo catalán).[2] Todos
ellos lucharían por intentar definir una identidad propia del vídeo,
bien por oposición a la Televisión, o bien constituyéndose como “la otra
televisión”. La ventaja de las producciones en vídeo de bajo coste es que la
comunidad que legitima la actividad de experimentación no necesita buscar la
validación más allá de sus propias actividades colectivas. Éste ha constituido
históricamente uno de los principales valores del vídeo como herramienta
artística.
El segundo punto de vista es el conceptual. El término “vídeo” proviene
del latín y quiere decir “yo veo”. El vídeo construye una mirada subjetiva, y
de ahí que se constituya como un medio de representación idóneo para la
manifestación de subjetividades étnicas, políticas o de género.
El último punto de vista es el reflexivo, es decir, sobre qué reflexiona el vídeo. La identidad
del vídeo es maleable, polisémica. Su ámbito de actuación es movedizo y
cambiante, entre lo público y lo íntimo, lo informativo y lo subjetivo, lo
oficial y lo invisibilizado. La idea de una colectividad de “visiones
personales” en torno a cuestiones que atañen a un contexto socio-cultural
determinado nos dará como resultado una visión múltiple de una realidad que, ya
de por sí, es poliédrica. Sobre ello, existen propuestas actuales que
reflexionan desde la aportación colectiva, precisamente tras dejar un 2011
marcado por numerosas revueltas sociales y movimientos de indignados, aunque
también motivadas por otros tantos acontecimientos de la última década. Entre
estas propuestas encontramos el festival Nuevas Realidades Vídeo-Políticas[3], que se yergue con el objetivo de proporcionar un espacio de reflexión
propiciado desde el uso del vídeo como herramienta y como protagonista de
movimientos sociales. Quizá no cambiando la Realidad, pero al menos modificando
nuestra conciencia sobre ella.
[1] Joaquim Dols, citado en RODRÍGUEZ
MATTALÍA, Lorena, Arte videográfico:
Inicios, polémicas y parámetros básicos de análisis, Valencia: Editorial de
la UPV, p. 80. Utilizamos el término TV para referirnos a la gran televisión,
la entidad empresarial que aprovecha el potencial comercial e ideológico del
medio televisivo – distinta de la transmisión de la imagen audiovisual a distancia
–.
[2] MERCADER, Antoni, “Del `portapack´
al `minicam´: de la contrainformación al `news´”, Telos N.° 9,
Marzo-Mayo 1987, p. 50.
[3] Organizado desde Valencia. Ver: www.nrvp.wordpress.com
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