domingo, 19 de febrero de 2012


Juan Antonio Cerezuela

Existen, al menos, tres puntos de vista desde los cuales analizar tanto los cambios que el vídeo ha introducido desde sus inicios como las posibilidades que tiene para hacer reflexionar o modificar nuestra conciencia colectiva y aportar nuevas significaciones y visiones – analíticas, activas o reactivas – a nuestra realidad.

El primer punto de vista es el histórico, referente al nacimiento del vídeo como tecnología. En 1965 aparece el famoso Sony portapack: pequeño, fácil de usar y relativamente económico. Pese a que el vídeo surgiese inicialmente como sistema de comunicación audiovisual idóneo para ser difundido por televisión, lo cierto es que éste también hizo méritos para convertirse en un medio “ajeno a cualquier tipo de TV”[1], manifestando desde un principio su necesidad de independizarse de la TV como institución. El vídeo enseguida “sintonizaría” con los movimientos sociales críticos y con la oposición a las grandes producciones audiovisuales. Surgió así un activismo informativo radical que engloba todo un conjunto de colectivos y grupos de acción, como Ant Farm y Videofreex, o grupos de vídeo comunitario como Raindance, TVTV (EEUU); Vidèo Out y Vidèo 00 (Francia); o Video Nou (grupo catalán).[2] Todos ellos lucharían por intentar definir una identidad propia del vídeo, bien por oposición a la Televisión, o bien constituyéndose como “la otra televisión”. La ventaja de las producciones en vídeo de bajo coste es que la comunidad que legitima la actividad de experimentación no necesita buscar la validación más allá de sus propias actividades colectivas. Éste ha constituido históricamente uno de los principales valores del vídeo como herramienta artística.

El segundo punto de vista es el conceptual. El término “vídeo” proviene del latín y quiere decir “yo veo”. El vídeo construye una mirada subjetiva, y de ahí que se constituya como un medio de representación idóneo para la manifestación de subjetividades étnicas, políticas o de género.

El último punto de vista es el reflexivo, es decir, sobre qué reflexiona el vídeo. La identidad del vídeo es maleable, polisémica. Su ámbito de actuación es movedizo y cambiante, entre lo público y lo íntimo, lo informativo y lo subjetivo, lo oficial y lo invisibilizado. La idea de una colectividad de “visiones personales” en torno a cuestiones que atañen a un contexto socio-cultural determinado nos dará como resultado una visión múltiple de una realidad que, ya de por sí, es poliédrica. Sobre ello, existen propuestas actuales que reflexionan desde la aportación colectiva, precisamente tras dejar un 2011 marcado por numerosas revueltas sociales y movimientos de indignados, aunque también motivadas por otros tantos acontecimientos de la última década. Entre estas propuestas encontramos el festival Nuevas Realidades Vídeo-Políticas[3], que se yergue con el objetivo de proporcionar un espacio de reflexión propiciado desde el uso del vídeo como herramienta y como protagonista de movimientos sociales. Quizá no cambiando la Realidad, pero al menos modificando nuestra conciencia sobre ella.



[1] Joaquim Dols, citado en RODRÍGUEZ MATTALÍA, Lorena, Arte videográfico: Inicios, polémicas y parámetros básicos de análisis, Valencia: Editorial de la UPV, p. 80. Utilizamos el término TV para referirnos a la gran televisión, la entidad empresarial que aprovecha el potencial comercial e ideológico del medio televisivo – distinta de la transmisión de la imagen audiovisual a distancia –.
[2] MERCADER, Antoni, “Del `portapack´ al `minicam´: de la contrainformación al `news´”, Telos N.° 9, Marzo-Mayo 1987, p. 50.
[3] Organizado desde Valencia. Ver: www.nrvp.wordpress.com


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