domingo, 12 de febrero de 2012


Charo Carril
El tamaño siempre importa. En las dimensiones de cuánto nos rodea permanece latente la magnitud de un tiempo, de un flujo, de una mutación, de un cambio. 
La cultura occidental impone una suerte de proporcionalidad entre el éxito evolutivo y cómo de grandes o pequeñas son las cosas que producimos. La reducción de escala se ha convertido en una curiosa garantía de triunfo. El paradigma de los objetos micro y la creciente nanotecnología ha derivado en una relación de verticalidad en la cual a medida que multiplicamos centímetros de nuestra estatura media restamos "fisicidad" a los objetos. El mundo se vuelve invisible. Esta falta de exterioridad sobre la estructura genera una serie de saberes y conocimientos cada día más específicos, difícilmente accesibles por tod@s.


Lo que hace 50 años ocupaba 160 mtrs 2, hoy nos cabe en el bolsillo. El gran desarrollo de la tecnología revela su fuerza en nuestra facilidad de movimiento, nos liberamos de peso y de espacio, nuestras extremidades se vuelven más ágiles y nuestro cuerpo más tecnológico.


Ahora bien, frente a toda esta transformación de espacios, mutación de cuerpos, fugacidad de investigaciones y ciencias, tengo la sensación de que en realidad no hemos cambiado tanto.
Las cruzadas bélicas lidiadas a las puertas de grandes almacenes con motivo de la puesta en venta del último modelo del iphone4 ponen al descubierto el carácter inmutable del lado humano más salvaje. La tecnología estaba destinada a convertirse en el apéndice que nos liberaba de los designios azarosos de la naturaleza, un mundo en el que articular y controlar nuestras vidas para deshacernos de todo lo circunstancial. Conseguimos dominar la tecnología y paradójicamente es ella la que nos domina. Como ocurría en la famosa película de ficción Blade Runner de Ridley Scott, somos l@s nuev@s "replicantes". 


Gran parte de la técnica que nos envuelve pierde día a día más funcionalidad práctica. Su existencia encuentra sentido en su valor de cambio para modelar gustos y subjetividades colectivas e individuales. Compramos, usamos, cambiamos y desechamos objetos de modo hedonista, ya no nos gustan. Una ingente masa de mensajes se agolpan ante nuestras miradas incitando al consumo, al tiempo que nuestra lucha diaria por formar parte de ese estereotipo capitalista debilita nuestra capacidad de reacción y escape para salir del atolladero. Vivimos engañad@s.
Hemos ganado en movimiento, viajamos mucho más ahora que antes, la disposición de recursos para estar en contacto con todo el mundo estés donde estés, es impresionante, todo en detrimento de una mermada calidad de vida. Nos amotinamos en los principales núcleos neurálgicos de un país para buscar trabajo, estamos dispuest@s a encontrarlo pese a cualquier circunstancia y número de horas extras impagadas, nos alimentamos mal y para colmo de males tenemos miedo, mucho miedo.


Este temor colectivo al fracaso, a la falta de expectativas laborales futuras, al recambio constante de nuestros acontecimientos ha derivado en una sociedad occidental tendente al conservadurismo político. 


La incertidumbre y la falta de proyección sobre nuestros destinos nos vuelve más místicos. Las civilizaciones antiguas buscaban una relación simbólica entre toda la suerte de fenómenos naturales, de acontecimientos extraños que poblaban su habitat y un código, dibujo, frase o figura capaz de "visibilizar la circunstancia" para convertirla en un ente aprehensible y dominable. 


Hoy por hoy, el ente ha aumentado sus dimensiones, lo hemos alimentado tanto que no sabemos qué queremos, dónde vamos, qué se espera de nosotr@s, caminamos en una especie de vacuidad en que a medida que los fenómenos crecen y los objetos decrecen la capacidad de control de nuestras vidas se vuelve insignificante. 


El tamaño importa, importa siempre, y mientras el gadget disminuye sus dimensiones el organismo que lo produce se vuelve más grande, y por tanto más invisible, carente de entidad, de cuerpo. El tamaño importa, importa siempre.... 





No hay comentarios:

Publicar un comentario